(...)
Avanzó dos pasos al frente, cabizbaja, consiguiendo ver sólo sus pies desnudos que se dirigían congelados al borde de la rampa. Sabía que si levantaba la vista el miedo invadiría su alma, intuía que el -fingir- no saber qué estaba haciendo, en qué juego había entrado, vestía todo esto colores mucho más suaves.
La rampa se balanceaba a medida que ella avanzaba y su peso hacía bacilar lo único que aún la mantenía estable.
Su piel se erizó al sentir el viento que la abrazaba. La altura en que estaba hundía aún más su estómago, como si lo último que hubiese comido fuese una ballena; al fin y al cabo, la escalera la había llevado hasta el cielo.
Dio un paso más, sintiendo como un remolino que se apoderaba de su interior... Sus dedos se encogieron, pues sabían que cada milímetro contaba en este regresivo recorrido... Recorrido a lo falsamente desconocido -claro que siempre queda la esperanza que lo sea realmente-.
Dio un pequeño salto. La rampa osciló. Arriba, abajo. Arriba, abajo. Arriba.... abajo... Necesita saber qué sentiría una vez que el salto fuera definitivo.
Vértigo, miedo, deseo, adrenalina... Todo daba vueltas, y eso que aún seguía con la vista clavada en sus dedos entumidos.
Lentamente levantó la cabeza... Un cielo azul comenzó a descubrirse ante sus ojos. Realmente estaba en el cielo! Era inmenso, eterno. Nubes, cielo, nubes, cielo... Y el Sol. Majestuoso Sol que coloreaba con sus rayo de naranja y rosa todo.
Era hermoso... pero aterrador. Ella ya había saltado una vez y costó mucho para que se atreviese a subir semejante escalera al cielo otra vez. Con los brazos firmemente pegados a su cuerpo, contemplaba fijamente al frente, inhalando valor, ahuyentando al temor, prendiéndose de ilusiones, y sobretodo, confiando en que,lo que fuese que la estuviera esperando allá abajo, no la dejaría inválida otra vez.
Respiró hondo.
Soltó los dedos de sus pies. Los estiró, sintiendo con las yemas la áspera rampa que la anidaba.
Recogió sus rodillas para tomar impulso.
Cerró los ojos.
Empuño sus manos
y saltó.
No quiso pensar más, no quiso preguntarse más... Al fin y al cabo, sólo llegando abajo sabría qué la estaba esperando.
Curiosamente era feliz ahi, en el aire, sin suelo, sin razones, sin certezas. Su estómago se convirtió en un jardín con mariposas inquietas,
y,
finalmente,
una sonrisa se dibujó en su rostro.
Se había lanzado la vacío, un vacío lleno de ilusiones, sueños y ensueños. Un vacío rebosante de romance, cartas y pañuelos caídos. Un vacío rosa. Un vacío invisible que la hacía volver a ver.
Un vacío,
vacío
va
cí
o
.
El mundo se abrió y en él ella entró.