Wednesday, October 21, 2009
Monday, October 5, 2009
Llegó un día, en que el hijo del carpintero despertó de un sueño que hacía meses lo tenía dormido. El niño soñó que el carpintero estaba enfermo, que ya no caminaba ni recordaba, que la felicidad parecía un viejo chaleco escondido al fondo de un armario; había olvidado qué era estar en paz. En el sueño, el carpintero había olvidado cómo hacer muñecos de madera, había olvidado cómo darles vida, y peor aún, había olvidado que él era un carpintero... Ya no se reconocía.
El niño cada vez que lo veía le llevaba un martillo, un clavo o un pedazo de madera; pero no había caso, él viejo no quería recordar. El pobre ya no sabía que hacer, estaba desesperado, se sentía responsable de que su querido carpintero estuviese ahi... No entendía nada.
Finalmente el hijo despertó, y entendió que el viejo ya se había ido.
Recogió lentamente el martillo, restos de madera, los clavos y el cincel, y los guardó en una caja para siempre, pretendiendo que nada ni nadie pudiesen cambiarlos de lugar.
Y así, con cien mil recuerdos se recostó, y por fin durmió.
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