Y la batalla había comenzado.
Sin presentirlo, tan silencioso como su misma sombra, gritó la señal de inicio y nada había -ya- por hacer.
La artillería de recuerdos estaba preparada. Los soldados de la espera agónica aguardaban.
Una caballería a punto soltar el cordel que sujetaba primerizas gotas de angustia.
Mientras tanto, tres capitanes analizaban la situación.
-¡¿Analizar qué?! - Preguntaba el más delgado y -a lo mejor- más frágil de los allí presentes- ¡Si no hay nada que analizar! No podemos seguir aguantando...
- Se están escapando... Como hormigas encubiertas avanzan por el túnel queriendo huir de una vez. Menos mal que hubo un par de ofiales "algo"-Con tono casi irónico- más prevenido que el resto de sentimentales incompetentes.- Esta vez, habló un hombre más alto y de semblante duro. En sus ojos veíamos tristeza amotiguada por años de experiencia. Podríamos pensar que éste armazón pudo, alguna vez, haber sido el lobato que ahora los interrogaba indignado.
Se instaló el sielencio más bullicioso que un cuerpo pudo haber presenciado. Son de esos silencios cargados de preocupación, como si las cosas se le estuviera escabullendo por entre la armadura creada a base de supuesta fortaleza, una cínica tolerancia al dolor y a la ceguera de una pérdida.
- No sé si los nuestros soportarán mucho tiempo más -Agregó el último, por fin. Para sorpresa de los dos primeros, éste, el más viejo, más "fuerte" y el que ha obtenido sólo victoria tras victoria(sin contar una, obviamente), se veía, por vez primera, preocupado.
Preocupado sí... La seguridad de antaño había iniciado un fugáz retroceso y quién sabe por qué.
- ¡Es obvio! Nadie puede, ni siquiera ud. Capitán -Dijo el más jóven, pero con cierta seguridad -que el veterano estaba envidiando- respaldada de sabiduría en los ojos. Esta vez no fue el casi llanto de anterior, más bien una respuesta inmediata, cargada de... obviedad. - Los rasos están derrotados, nuestros soldados caen cada vez que se enfrentan al espectáculo mortífero y los pocos sobrevivientes de infantería ya han dejado huir unas cuantas lágimas cargas de frustación y tristeza desconsolada. Nadie aguanta... Ni siquiera nosotros...- Agregó, dando inicio a un nuevo silencio entre los presentes.
Lo que estos no sabían, era que en cuanto discutían las razones de un posible fracaso, ya habían perdido la batalla.
Los Recuerdos manchados de nostalgia habían dado su mejor golpe, dando de baja a los guardianes de lágrimas pétreas. La Angustia se regocijaba en su nuevo trono, al derrotar a la -ahora- debil Razón. Y, un ejército liderado por el Descontrol ya comenzaban a dejar heridos vestidos de falsa fortaleza.
Desde lo alto, sólo se observaba a alguien que salía -cabizbaja- de un viejo hospital.
No comments:
Post a Comment