MASP 30 de Marzo 2010
Pero la obra – de esta sala- que realmente me llama, y me grita que la vea, es uno de los autoretratos de Rembrandt. No sé si será porque es del famoso Rembrandt, y por toda la importancia histórica –hasta de marca!-que él puede llegar a tener, endiosado en la historia de la pintura; puede que sí, de alguna forma lo sea. Pero también soy capás de ver qe no es sólo el mito de un nombre; con certeza ese “algo” que lo convirtió en historia traspasa la materia, la pintura y viaja hasta mis ojos.
Por una parte esta esa mirada penetrante, que te hace imposible romperla fácilmente, sin embargo el aspecto que más me envuelve, es el paso de la figura desde las sombras a la luz, tan trabajado en el barroco, y que aquí se hace tangible. Definitivamente estar frente a frente a la obra es vivirla, no sólo conocerla. Es toda una experiencia que marca. Una parte bellísima es como la nariz se descibre desde las sombras, en la densidad matérica, mezclada con los cambios de temperatura y que crean volumen, pero nisiquiera es el volumen de la parte lo que la hace electruzante, es la separación, el recorte perfectamente unido entre una parte y otra. Que mis ojos sean capaces de tocar y sentir el cambio de densidad me da escalofríos. Estado a cuatro metros soy capaz de hacer un zoom y ver/imaginar la textura de la tela, que no logra a ser oculata por la suave veladura de que esocde las sombras, y al mismo timepo, unos milímetros al lado, nisiquiera recuerde la tela porque es la pintura y su color la comienza a caerse casi del cuadro…
Esos cambios de distancias creados con casi nada son realmente impresionantes. Ese fenómeno es el que se va repitiendo pero en menos medida en el resto de la obra, esta vez con cambios más sutiles dentro de las zonas oscuras del cuadro.
Adios Rembrandt!
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